Es un deber triste pero necesario examinar instancias donde el mundo ha moldeado a la Iglesia más de lo que la Iglesia ha moldeado al mundo. Sólo cuando el pueblo de Dios es alertado en cuanto a la realidad y al peligro del declive puede tomar pasos valientes para revertir esto, por amor al prójimo y por la gloria de Dios. |