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Miren a Noruega: Desenmascarando la defensa “conservadora” al matrimonio gay

El debate por el matrimonio del mismo sexo ha sido considerablemente obscurecido por el así llamado “argumento conservador” en su favor. Mientras los cristianos creyentes en la Biblia y otros están desafiando a una élite académica y cultural que están esperando deshacerse del todo del matrimonio, algunas personas han empezado a argumentar que el matrimonio gay en realidad fortalecerá la institución; la promiscuidad rampante de la subcultura homosexual, dicen, será reemplazada por una expectativa de fidelidad y monogamia. Esto es en realidad una estrategia ingeniosa, ya que muchos cristianos están simplemente desconcertados cuando escuchan a los activistas homosexuales utilizando su argumento sobre la “santidad del matrimonio”. No obstante, es fácil desacreditar este argumento “conservador” y mostrar que es una fantasía utópica. Solo mire a Noruega.

América a menudo se retrasa unos pocos años con respecto a Europa en su conmoción cultural, que le ofrece la afortunada ventaja de poder esperar y ver qué sucede allí antes de clavarse de cabeza dentro de un experimento social peligroso. En el caso del matrimonio del mismo sexo, los países Escandinavos han estado proveyendo tal ejemplo por más de una década. Dinamarca dio el primer golpe, legalizando el matrimonio de facto homosexual en 1989; Suecia hizo lo mismo en 1994. En ambos países, el público favoreció las uniones del mismo sexo. Noruega fue diferente. Aunque el público estaba en contra, el matrimonio homosexual fue impuesto por una élite política en 1993. Los resultados fueron catastróficos. Lejos de fortalecer la institución del matrimonio, las uniones del mismo sexo en realidad proveyeron munición a aquellos quienes buscaban abolirlo por completo.

Primero, a pesar de las promesas de los activistas homosexuales, las uniones del mismo sexo no fortalecieron a las familias de Noruega. De hecho, estas pueden haber contribuido a un problema ya existente. Incluso antes de que la élite política impusiera el matrimonio homosexual en 1993, la cultura ampliamente secular de Noruega había dejado a la familia en una calamitosa condición. En 1990, un total de 39% de niños noruegos nacieron fuera del matrimonio; los porcentajes eran aún más altos en Dinamarca y Suecia.1 Siete años después de la imposición del matrimonio del mismo sexo, los nacimientos fuera del matrimonio en Noruega subieron por encima del 50%, padres que cohabitaban se habían hecho por lo menos tan comunes como los casados, y los índices de disolución familiar continuaron subiendo vertiginosamente. En realidad, el problema de Noruega empeoró. Claramente esto no era lo que los defensores “conservadores” del matrimonio homosexual anunciaban.

Lo que es más, el argumento de que las uniones del mismo sexo fortalecerían la institución matrimonial resultó ser absolutamente hipócrita. Una vez que el matrimonio homosexual se había impuesto, las feministas y los secularistas empezaron a utilizar a las “familias” homosexuales como evidencia de que el matrimonio tradicional era obsoleto e innecesario en primer lugar. En 1999, por ejemplo, la ministro de energía de Noruega se embarazó mientras estaba en funciones, pero ella rehusó nombrar al padre e insistió en criar a su hijo sola. La historiadora social Kari Melby vehemente la defendió contra la protesta pública, apuntando hacia las “familias” homosexuales como prueba de que un niño de hecho no necesita a los dos padres para crecer bien. Ese mismo año, Kari Moxones, una socióloga feminista con la inescrupulosa agenda de sabotear el matrimonio, invocó a las “familias” homosexuales para reprender a la Iglesia Cristiana por enseñar la importancia del matrimonio tradicional y a demandar más bien la completa aceptación de todas las “relaciones”.2 Aparentemente los enemigos del matrimonio en Noruega entendieron alegremente lo que muchas personas en América aún no comprenden: las uniones del mismo sexo probarán ser un arma espantosamente efectiva en las manos de aquellos que esperan destruir al matrimonio del todo.

La gran estrategia de los activistas de los matrimonios homosexuales es seducir a la nación a creer -por el tiempo necesario- que los matrimonios del mismo sexo en realidad serán beneficiosos, mientras siempre estará haciendo callar a la Iglesia y estará describiéndola como reaccionaria y obstruccionista. En la superficie, su argumento “conservador” puede sonar bastante razonable. Pero los pastores pueden utilizar el triste ejemplo de Noruega para mostrar que, sin importar como algunas personas se puedan engañar, el matrimonio del mismo sexo no fortalecerá la institución del matrimonio; al contrario, como en Escandinavia ha mostrado tan claramente, esto lo socavará y acelerará su colapso.

Notas al pie:
1

46% y 47%, respectivamente. Para comparación, el índice de nacimiento total fuera del matrimonio en los Estados Unidos a mediados de los años 1990 era 30%. Entre los negros, el número era de 64%; entre los blancos, 18%. Ver sobre esto a George A. Akerlof y Janet L. Yellen, “An Analysis of Out-of-Wedlock Births in the United States.” (“Un análisis de nacimientos fuera del matrimonio en los Estados Unidos). Brookings Institution Website (Página Web Institución Brookings), Otoño 1996, http://www.brook.edu/dybdocroot/comm/policybriefs/pb005/pb5.htm.

2

Toda la información tomada de Stanley Kurtz, “The End of Marriage in Scandinavia” (“El final del Matrimonio en Escandinavia”), The Weekly Standard (El estándar semanal), Febrero 2, 2004, 26-33.