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El matrimonio no es la respuesta de Dios para la soledad1

En uno de mis favoritos dibujos animados (que me fue dado por un ministro colega) un grupo de cavernícolas se detiene arriba de un barranco. Uno de ellos recién acababa de ser arrojado por el borde. Mientras caía, el líder se voltea hacia el grupo y pregunta, “¿Hay alguien más aquí que siente que sus necesidades no están siendo satisfechas?” Como pastores, estamos bajo una presión insidiosa de mostrar a las personas cómo se pueden llenar sus necesidades. Y creo que en ningún otro lugar más que en las expectativas que se promocionan sobre el sexo y el matrimonio.

Vivimos en una sociedad donde las relaciones sexuales (sean dentro del matrimonio o no) están siendo consideradas como el lugar supremo donde se llenan las necesidades; aquí, nos dicen, está la autosatisfacción, autorrealización, contentamiento, y gozo. ¿Cuántos filmes presentan a un soltero o soltera sociable y contento? El personaje principal o se encuentra en lo que llamamos una “relación” (por lo cual queremos decir relación sexual) o el drama consiste en que él o ella llegue a “tener” una. Si es una película que nos hace sentir bien, estos acaban en una relación. No a menudo cabalgan hacia el ocaso entre un grupo de solteros felices.

Nosotros los pastores alentamos esto cuando predicamos de Génesis 2:18, diciendo que el propósito del matrimonio es el remedio para la soledad humana. Escribo esto como uno culpable de esta mala interpretación en el pasado. Y estoy seguro de que es una mala interpretación, por dos razones.

Primero, por el flujo Génesis 2. Cuando comenzamos a leer sobre el matrimonio en Génesis 2:18 y leemos, “No es bueno que el hombre esté solo”, naturalmente lo interpretamos dentro de nuestro marco cultural. Por lo que un escritor cristiano dice de este versículo, “Se dice simplemente que Adán tenía una necesidad personal, y esta era base suficiente para que Dios llene ese vacío” (itálicas mías). Una Biblia de historias de niños que usamos con nuestros hijos puso estas palabras en la boca de Abraham para Génesis 24, luego de que Sara ha muerto y cuando él quiere que Isaac encuentre una esposa: “Debo asegurarme de que Isaac tenga una esposa que le ame. No quiero que esté solo cuando yo muera”. Un pensamiento dulce, pero lejos del texto o de los sentimientos de Génesis 24. Así también, en este tipo de lectura de Génesis 2:18, el pobre Adán estaba solo y triste. Una mascota o un animal de granja (v. 19ff) no puede ser la compañía que él necesita.

Pero olvidamos el contexto. Adán acaba de ser puesto en el jardín de Dios con un trabajo de mucha responsabilidad por hacer: él tenía que “labrar y cuidar del jardín” (v. 15). Él es el jardinero (Cf., Salmos 8). Y en este contexto Dios lo mira y dice no es bueno que esté solo. Él necesita una ayuda (no específicamente una compañera). ¿Por qué necesita él una ayuda? No porque está solo, sino porque el trabajo es demasiado grande para él solo. Esto es un indicador que Dios concibió el matrimonio para que nosotros podamos servirle mejor en Su mundo. El matrimonio no es una religión introspectiva de pareja en la cual cada uno mira sin fin dentro de los ojos del otro y cada uno espera ser todo para el otro. Más bien es una unión que mira hacia fuera y está dedicada a servir juntos a Dios. Cuando los protestantes contemporáneos se comen el cuento de la idolatría contemporánea de “relación”, actuamos como si el matrimonio fuese una zona libre de ser discipulada. Pero no lo es. Hay un mundo al cual cuidar, personas a quienes amar y traer a la comunión del pueblo de Dios.

Lo cual me lleva a la segunda razón. En el resto de las Escrituras, Dios pone en claro que Su remedio para la soledad humana es la comunión, y no (necesariamente) el matrimonio. Comunión con el Padre y el Hijo, y con nuestros hermanos y hermanas en Cristo, este es el remedio de Dios para la soledad. Es un remedio gloriosamente abierto para todos, incluyendo a todos aquellos para quienes el matrimonio no es posible—aquellos que son demasiado jóvenes para el matrimonio, o son viudos, o están divorciados, o para aquellos que están luchando con tentaciones homosexuales, o para aquellos que no pueden encontrar un compañero de matrimonio.

Muchos pasajes en las Escrituras hablan del amor y de la realización de los anhelos humanos; sin embargo muy pocos hablan del matrimonio en este contexto. Por ejemplo, en 1 Juan 4:7-21, leemos la maravillosa profundidad acerca del amor de Dios y por Su pueblo, el amor de Su pueblo por Dios, el amor de Su pueblo el uno por el otro; pero el matrimonio y el sexo no aparecen en ninguna parte. En 1 Tesalonicenses 2:6-8, Pablo habla con mucha calidez acerca de compartir su vida con los creyentes; pero otra vez, el sexo y el matrimonio no están en ningún lado. 1 Corintios 13, tan popular en los servicios matrimoniales, en realidad es acerca del amor que debería marcar a una comunión de creyentes (pero que en Corinto no había). Juan 13-16 son todos capítulos acerca del amor en comunión, pero una vez más el sexo y el matrimonio no aparecen por ninguna parte. En ningún lugar de los Salmos se relacionan las realizaciones del corazón humano con el amor sexual (excepto tal vez Salmos 45, aunque esto se enfoca más en el gozo de una familia).

Así que, como pastores, mantengamos el desafío del discipulado y el privilegio de servir a Cristo como lo máximo cuando enseñemos acerca del sexo y el matrimonio. Aquellos de nosotros que somos llamados al matrimonio somos llamados a servir a Dios en nuestros matrimonios y no esperar que nuestras necesidades sean satisfechas. Demasiados, cuyas expectativas han sido que sus necesidades sean satisfechas, han caído del barranco proverbial hacia la desilusión.2

Notas al pie:
1

Este artículo fue publicado originalmente como un Punto de Vista Kairos. Fue escrito por el Christopher Ash quien sirve como Ministro de la Iglesia All Saints en Little Shelford, Inglaterra.

2

Estas ideas se encuentran ampliadas y desarrolladas más plenamente en mi libro Marriage:Sex in the Service of God [El Matrimonio: El sexo al servicio de Dios] (Leicester: Inter-Varsity Press, 2003).