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Delineando el terreno—La Iglesia gloriosa

El término “Iglesia gloriosa” puede evocar la imagen de aquel estado final en el que el pueblo de Dios se reunirá para siempre con Cristo como una novia con su novio. Ciertamente, este gran evento se llevará a cabo al final de toda la historia y contiene imágenes de una virgen vestida de lino limpio en las bodas del Cordero. Sin embargo, las Escrituras dejan en claro que las vestiduras puras y resplandecientes que ella usa en el día de su boda son “las acciones justas de los santos”, aquellas que fueron realizadas durante su vida en la tierra (Apocalipsis 19:7-8). La iglesia no es un grupo de personas esperando al cielo con los brazos cruzados. Por el contrario, sus labores de testimonio valientes durante los tiempos de persecución y su atractivo servicio en todas las edades, son las vestiduras que ella lleva consigo a la eternidad.

Desde su pacto con Abraham, Dios mostró su intención de bendecir las naciones por conducto de Su pueblo. El Antiguo Testamento nos deja vislumbrar la gracia común que el pueblo de Dios llevó a las culturas en las que vivió. Sea, por ejemplo, por el favor de Dios sobre José que preservó a Egipto de la hambruna, o a través del servicio excelente que Daniel, Ananías, Misael y Azarías prestaron al rey de Babilonia, los siervos del único Dios verdadero llevaron paz y prosperidad dondequiera que iban. Todo esto afirmó el propósito del Señor de hacer de Su pueblo “la luz de las naciones” (Isaías 42:6).

Por supuesto, el último cumplimiento de esa promesa llegó con la manifestación del Mesías que predicó el reino de Dios, la irrupción del Gobierno Divino en la historia humana. Por eso Jesús entrenó a Sus discípulos a ser hombres de acción, y colectivamente, en el Sermón del Monte, les encargó a vivir en justicia, aun en contra de la cultura, “para que vean [el mundo] vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Facultados por el Espíritu, los apóstoles y sus seguidores cumplieron con el imperativo de su Maestro. A través del tiempo, su evidente integridad y utilidad los llevó, de ser una minoría perseguida, a la religión que eventualmente sobrevivió al Imperio Romano y “trastornó el mundo entero” (Hechos 17:6).

Ahora aproximadamente dos milenios dan testimonio del poder de Cristo operando a través de la Iglesia. En cada época, hombres y mujeres piadosos se han dedicado a hacer del mundo un lugar mejor para vivir. Su compromiso con la gloria de Dios ha generado numerosas reformas sociales, ha ensanchado las avenidas de la libertad, hizo nacer las ciencias y la medicina modernas, y ha colocado ángeles en la arquitectura. Como resultado, estas buenas obras adornaron su predicación con una distinguida gracia y credibilidad. Por esta razón, el Kairos Journal sostiene que cuando la Iglesia en la tierra camina con Dios en feliz obediencia, Su gloria se hace conspicua.