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Y esto erais algunos de vosotros

9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios.

1 Corintios 6:9-11 (RV95)

A todo, desde el alcoholismo, pasando por la homosexualidad y hasta la zoofilia se le culpa a los genes humanos. Las sociólogas Dorothy Nelkin y Susan Lindee han observado que “los genes parecen explicar la obesidad, criminalidad, timidez, habilidad direccional, inteligencia, tendencia política y estilos preferidos de vestirse. Hay genes egoístas, genes que buscan placer, genes de violencia, genes gay, genes de vagancia, genes de depresión, genes de genialidad, genes para el ahorro e incluso genes para pecar”.1 Aunque apropiadamente los cristianos deben dudar de que todos sus vicios estén asociados a sus genes, el pecado es parte de la condición humana universal. Y, gracias a Dios, no debe permanecer así.

Corinto fue una ciudad notoriamente malvada. Como fue la capital de la provincia y un principal centro comercial, gente de todo tipo viajaba hacia Corinto. Así también, alrededor de mil prostitutas “sagradas” llevaban a cabo sus “servicios de adoración” en el Templo de Afrodita en Corinto. Por lo que, llamar a alguien “corintio”, era un insulto de inmensas proporciones.

Sin embargo, donde abunda el pecado, la gracia abunda aún más. Así que no debe sorprendernos que Dios usó al apóstol Pablo para fundar una iglesia en Corinto (Hechos 18:1-11). De la misma manera, con el trasfondo mencionado, no es sorpresa descubrir que a los creyentes en Corinto les fuera difícil madurar en la fe. Hubo significativas divisiones en la iglesia (1:10ss.), inmoralidad sexual entre los feligreses (5:1ss.), y creyentes llevando a otros creyentes a la corte (6:1ss.), entre muchos otros problemas. Las dos cartas de Pablo a la iglesia de Corinto fueron escritas principalmente para ayudarles a tratar estos asuntos.

Pablo advirtió a los Corintios a no engañarse a sí mismos pensando que las cosas saldrán bien para aquellos que persisten en la desobediencia. Los “malvados” (adikoi) no heredarán el reino de Dios, aún si profesan conocer a Cristo. Aquellos que practican la inmoralidad sexual, la idolatría, el adulterio, la homosexualidad,2 el robo, la codicia, la borrachera, la calumnia o la extorsión de ninguna manera disfrutarán del reino celestial de Dios.

Pablo declara a los Corintios—“Y esto erais (tiempo pasado) algunos de vosotros”. Esta es una gloriosa exclamación. La lista de estilos de vida perversos indica el tipo de trasfondo del cual venían los creyentes corintios. ¡Pero ellos habían sido transformados! Pablo explica la transformación en tres aspectos diferentes. Ellos fueron “lavados” de la suciedad de sus estilos de vida anteriores; “santificados”, es decir, apartados para una vida santa, y “justificados”, es decir, declarados justos en Cristo, lo cual es necesario para heredar el reino de Dios. Además, esta transformación fue un acto de la gracia del Dios Trinitario. A través de la obra salvadora de Cristo, y la regeneración forjada por el Espíritu Santo, ellos fueron puestos a cuenta con Dios.

Este pasaje es una palabra asombrosamente alentadora para aquellos que se sienten atrapados en un estilo de vida pecaminoso. Puesto que en Dios hay esperanza de transformación, un cambio milagroso es posible, no importa cuál sea la práctica pecaminosa.3

Este ejemplo de Pablo de ofrecer esperanza inmediatamente sobre los talones de la advertencia nos ayuda a recordar que la predicación acerca del pecado también debe ser acompañada de la proclamación de la gloriosa regeneración realizada por el Espíritu Santo en Cristo. En realidad, toma el evangelio en su totalidad para redimir a la persona en su totalidad.

 

Notas al pie:
1

Dorothy Nelkin y Susan Lindee, The DNA Mystique: The Gene as Cultural Icon [La mística del AND: El gen como un icono cultural] (Ann Arbor: University of Michigan Press, 2004), 2.

2

Todos los términos que Pablo utiliza son bastante directos, pero debido a la controversia desmesurada sobre los significados de los términos para la homosexualidad en el texto bíblico, un breve comentario sobre las palabras utilizadas aquí parece ser pertinente. La RV95 utiliza la palabra “afeminados” para malakoi y la palabra “homosexuales” para arsenokoitai, mientras que la NVI—literalmente “los suaves”—castellano traduce “sodomitas” para malakoi y más técnicamente “pervertidos sexuales” para arsenokoitai. El mejor reciente trabajo erudito se encuentra en la obra enciclopédica de Robert A. J. Gagnon, The Bible and Homosexual Practice: Text and Hermeneutics [La Biblia y la práctica homosexual: Texto y hermenéutica] (Nashville: Abingdon Press, 2001). Gagnon sostiene que malakoi—literalmente “los suaves”—se refiere a aquellos que cometen relaciones sexuales con el mismo sexo. “Además, el epíteto “suave” mismo sugiere a hombres que juegan el rol de mujer en el acto sexual con otros hombres” (308). Arsenokoitai literalmente significa “aquellos [hombres] que llevan a [otros] hombres a la cama” (312, corchetes originales). Al unir malakoi con arsenokoitai, el Apóstol Pablo subraya el hecho de que todo tipo de comportamiento homosexual está incluido. Luego de las comparaciones de léxico extensivas, Gagnon concluye: “1 Corintios 6:9 confirma que el rechazo de Pablo por la conducta homosexual es tan aplicable para creyentes como no creyentes. La advertencia de Pablo en 1 Corintios. 6:9-11 es a los creyentes en Corinto a que recuerden que aquellos que viven sus vidas bajo el control del pecado no heredarán en reino de Dios” (330-331).

3

Ver artículos de Kairos Journal, "¿Pueden los homosexuales cambiar sus caminos?" & "El ministerio de la iglesia a los homosexuales".