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La novia virgen

6 Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas y como la voz de grandes truenos, que decía: “¡Aleluya!, porque el Señor, nuestro Dios Todopoderoso, reina. 7 Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero y su esposa se ha preparado. 8 Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente (pues el lino fino significa las acciones justas de los santos)”.

Apocalipsis 19:6-8 (RV95)

El organista inicia mesuradamente el coro del Canon en Re de Pachelbel. Un silencio cae, las puertas se abren, la congregación se voltea. Entra la novia, radiante con su largo traje blanco, lágrimas de gozo añaden realce a su belleza, mientras su padre la escolta hasta llegar al lado de su novio.

Aunque vive en medio de prostitutas (17:1-19:3), culturalmente hablando, el día de bodas de la iglesia se acerca. La gloria de las novias y casamientos terrenales se desvanecerá en una distante memoria, mientras, con gozo tumultuoso, la virgen iglesia es revelada, habiéndose preparado para su Esposo.

En su inocencia, Eva fue presentada desnuda ante su esposo. A diferencia, lino puro y resplandeciente cubrirá a la Novia de Cristo en el día final (v. 8). Estos bellísimos trajes son “las acciones justas de los santos”, obras de obediencia realizadas por el pueblo de Dios (v. 8b). Sin embargo, esta novia está vestida no por su propio mérito, sino por la gracia de Dios; Él le da las prendas finas de lino (v. 8a); Él crea en ella las buenas obras que hace (Cf., Ef. 2:10; Fil. 2:12-13). El vestido de novia de la iglesia es un regalo de Cristo.

Aquellos que “mantienen el testimonio de Jesús” realizan “acciones justas” (v. 8, 10). Esto probablemente significa mantenerse firmes a las enseñanzas de Jesús, aun frente a la oposición, dando testimonio de Él aun cuando la respuesta sea hostil. La iglesia prepara su traje de boda (delete comma) cuando, en el poder de Dios, obedece a Jesús completamente y proclama el evangelio a los incrédulos.

Cuando la Madre Teresa de Calcuta habló en el Desayuno Nacional de Oración el 3 de febrero de 1994, una silenciosa audiencia esperaba escuchar lo que esta frágil y pequeña sierva de Dios diría. Junto al Presidente Clinton y el Vicepresidente Gore, ella conmocionó a casi todo el mundo al reflexionar que “el más grande destructor de la paz hoy es el aborto, porque es una guerra contra el niño”. Pero no es suficiente creer que el aborto es un mal, dijo ella. La iglesia debe aprender a corregir lo que está mal. En su caso, ella explicó que su congregación en Calcuta estaba luchando contra el aborto a través de la adopción. A aquellos que estaban dispuestos a matar porque no querían al aún no nacido, la Madre Teresa imploró, “Por favor no maten al bebé, yo quiero al bebé. Por favor denme al bebé”.

Si “las acciones justas de los santos” son el vestido del pueblo de Dios, uno debe preguntarse cuán bien vestida está la iglesia moderna. La descripción del futuro en el libro de Apocalipsis es un desafío para el presente. Cada congregación debe examinarse a sí misma y a las necesidades de su comunidad y preguntar, “¿Qué es lo que el amor de Dios nos constriñe a hacer?’”