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El Llamado de la Fe

51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. 52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.

Marcos 10:51-52 (RV-95)

Los títulos de Jonathan Edwards eran maravillosamente detallistas, y ninguno más que Un Modesto Intento Para Promover Acuerdos Explícitos y Unión Visible en el Pueblo de Dios, en Extraordinaria Plegaria, para el Resurgimiento de la Religión y el Avance del Reino de Cristo en la Tierra, la Búsqueda de las Promesas de las Escrituras y las Profecías Concernientes a los Últimos Tiempos. En este llamado a la plegaria conjunta hecho en 1747, Edwards atrae la atención a un fascinante pasaje de Isaías 62, donde el Señor le ordenó a aquellos que lo invocaban a brindarse sin descanso. Dios atesoró la persistencia en la fe, y le dijo a Su pueblo que no se preocupe por cansarlo. Él podía aguantar.

El mendigo ciego Bartimeo es un caso ejemplar. En términos terrenales, el momento de su pedido de curación no era el mejor. Jesús estaba en camino a Jerusalén para enfrentar la cruz, con muchas cosas en su cabeza. El capítulo 10 lo muestra discutiendo con los fariseos sobre el divorcio, refutando a Sus seguidores por su modo de tratar a los niños, rompiendo el corazón de un joven rico, prediciendo Su propia agonía, y actuando de árbitro en una disputa entre dos discípulos ambiciosos. El capítulo 11 lo lleva a la traicionera Jerusalén, donde luego de un recibimiento gratificante por parte de multitudes entusiasmadas, Él limpia el templo y soporta preguntas ofensivas por parte de líderes religiosos, quienes pronto buscarían Su ejecución.

Arriesgando su dignidad, Bartimeo gritó su desesperación al Señor. Los seguidores de Jesús le dijeron que se calle (v. 48), pero él no lo hacía. El pobre hombre pensaba, primero, que Jesús podía darle la vista, y segundo, que Jesús era el tipo de hombre que estaría complacido en hacer eso. Él confiaba tanto en la capacidad del Señor como en su carácter, y su confianza fue recompensada por un milagro.

La Biblia no dice que Jesús vio en Bartimeo un gran potencial de liderazgo para la Iglesia. No sugiere en ninguna parte que Jesús se haya mostrado impresionado con los contactos del mendigo o con las credenciales de sus representantes. Bartimeo no proveyó ninguna lección infalible para liquidar una discusión con los fariseos. Su curación no fue la recompensa por una consistente o fastidiosa observación de leyes morales o ceremoniales. Ni tampoco fue el resultado del efecto del poder milagroso de Jesús. Fue una respuesta puntual y precisa a la fe de un hombre pobre.

Isaías 62 enseña que Dios no está molesto por la interrupción de las plegarias. Por el contrario, Él está molesto por su ausencia y por la falta de atención de sus seguidores. El Ser Omnipotente no necesita descanso, y así está listo para responder los pedidos de los Bartimeos de todos los tiempos.

Su respuesta puede ser un “no”, pero el solicitante puede estar seguro de que su decepción es funcional a un propósito mayor.

Ya sea en el estudio, en la sesión de orientación espiritual, o en un encuentro grupal, los sirvientes de Dios se ven presionados por las respuestas, y en esos momentos el Señor los invita a unirse a Bartimeo y a pedir Su ayuda. Ellos no necesitan repetir sus hazañas previas en el seminario o en el ministerio, porque el Señor no les ha prometido recompensar su profesionalismo. No. Él escucha los llamados de la fe, un sonido que llena de alegría a sus oídos.