Yo Puedo, Por Eso Lo Hago

Jessica Barker parece tenerlo todo. Fue educada en la Universidad de Oxford, y su trabajo como reclutadora en la Ciudad de Londres le deja un sueldo muy amplio que le permite disfrutar su tiempo rodeada de amigas. Y aún así, Jessica tiene una misión: “Me encantaría encontrar a alguien con quien tener una relación, pero lo que más deseo es tener un bebé, y ya no puedo darme el lujo de esperar más”.¹ Con 37 años de edad y suficiente dinero en su cuenta, ella no entra en el estereotipo de una adolescente o de una madre soltera en dificultades económicas. En lugar de eso, Jessica es una de las típicas mujeres de clase media británica o estadounidense que están buscando activamente, en números crecientes, transformarse en padres solteros.

Las estadísticas apoyan esta creciente tendencia. En el 2005, la tercera parte de los niños estadounidenses nacieron de madres no casadas, de las cuales solamente un cuarto eran adolescentes. El porcentaje de nacimientos en mujeres no casadas y mayores de 30 años se duplicó entre 1970 y 1993 para pasar del 8% al 19%, antes de bajar al 12% en el 2004.² Mientras tanto, en Gran Bretaña, uno de cada cuatro niños es hoy criado por un solo padre, de los cuales nueve de cada diez son mujeres.³ Más aún, cada año alrededor de 82.000 mujeres solteras de más de 30 años de edad tienen un hijo sin tener a un cónyuge a su lado, casi el doble de hace una década.⁴

Para mujeres como Jessica, esto representa la elección de un estilo de vida. Los cambios en la sociedad en la década de 1970 implicaron que un número más grande de mujeres entró a la universidad y al mercado laboral. Sus títulos y buenos trabajos cortaron su dependencia de los hombres para su seguridad financiera, y les permitieron crear “familias de clase media autosuficientes sin caer en la pobreza o tener que casarse con cónyuges inadecuados”.⁵ Más aún, las actitudes sociales ya no estigmatizan la ilegitimidad como trasgresión moral, y expresiones judiciales normales tales como “bastardo” son consideradas fuera de época. La responsabilidad paterna ya no está atada al estatus conyugal, y una encuesta reciente hecha por la organización británica YouGov muestra que dos tercios de las mujeres consultadas concuerdan con que “es aceptable que una mujer soltera y financieramente segura se proponga deliberadamente tener un hijo por su cuenta”.⁶

Sin embargo, el significado más profundo de esta tendencia es el que se asocia a las mujeres que están teniendo hijos con la asistencia del donante.⁷ La ciencia reproductiva permite ahora demorar la maternidad por más tiempo y así asegurar los ingredientes necesarios de manera rápida, barata y sin control. Algunas mujeres le piden a amigos hombres o ex parejas que donen esperma para tratamientos de inseminación asistida, luego de obtener el acuerdo del hombre de no interferir en la vida del bebé.⁸ Otras utilizan compañías de Internet tales como www.spermdirect.co.uk, quienes por $700 dólares (£450) arreglan la entrega de esperma “fresca” en el domicilio de la receptora. Un mundo de posibilidades se abre ahora para las mujeres que quieren reproducirse sin contar con la presencia física de un hombre.

Debido a que esta práctica evita intencionalmente la intimidad sexual entre esposos y esposas, un lazo familiar crítico se destruye. Tal como lo señala Rosanna Hertz, “ya no podemos negar que el centro de la vida familiar es la madre y su hijo”.⁹ Los hombres son reclutados como mentores, amigos y parientes mientras la madre busca construir un ambiente que ella piensa como ideal para su hijo. Esto hace que los hombres no puedan asumir la responsabilidad y la autoridad ordenada por Dios, y los deja cada vez más marginados a medida que su lugar y su rol dentro de la familia es determinado por las mujeres. Una nueva estructura familiar está siendo creada, pero es una estructura que se aleja de los ideales de Génesis 2.

Notas al pie: