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El ateísmo y el problema de la maldad—C. S. Lewis (1898 – 1963)

Muchas personas son ateas porque creen que la maldad y el sufrimiento en el mundo prueban que Dios no existe. Sin embargo, C. S. Lewis, mirando hacía atrás a su propio recorrido intelectual y espiritual desde el ateismo hacia la creencia en Dios, argumenta todo lo contrario. Aunque el sufrimiento que experimentó en su juventud (la muerte de su madre, tristes días de escuela, y los traumas del servicio en la Primera Guerra Mundial) destruyó la simple fe de su niñez, eventualmente llegó a entender que el ateísmo es una respuesta superficial e inconsistente al problema de la maldad. Ya que, cómo argumentaba, ¿puede alguien explicar la presencia dentro de sí de aquel estándar moral que en sí les permite quejarse sobre la existencia de la maldad y utilizarlo como un argumento contra Dios? ¿De dónde viene este estándar moral? Además, si no hay un Dios y los seres humanos sólo son un derivado accidental de un universo al azar y sin propósito, ¿Cómo pueden los ateos dar algún significado a sus pensamientos y valores? Estos puntos fueron resumidos más efectivamente para una audiencia popular en este extracto de una de las famosas transmisiones radiales de C. S. Lewis en la famosa BBC durante la Segunda Guerra Mundial.

Mi argumento contra Dios era que el universo parecía tan cruel e injusto. ¿Pero de dónde saqué la idea de justo o injusto? Un hombre no dice que una línea es torcida a menos que tenga una idea de lo que es una línea recta. ¿Con qué estaba yo comparando el universo cuando lo llamé injusto? ¿Si toda la función era mala y sin sentido desde la A a la Z, por así decirlo, por qué yo, quien debía ser parte de la función, me encontré con una reacción tan violenta contra él? Un hombre se siente mojado cuando se cae en el agua, porque el hombre no es un animal acuático: un pez no se sentiría mojado. Por supuesto que yo podía haberme dado por vencido en mi idea de la justicia al decir que no era más que una idea privada de mi mismo. Pero si hacía eso, entonces mi idea contra Dios colapsaba también – ya que el argumento dependía de decir que el mundo es realmente injusto, no sólo que llegara a complacer mis perspectivas. De tal manera que en el mismo acto de intentar probar que Dios no existe – en otras palabras, que toda la realidad no tenía sentido – me forzó a asumir que una parte de la realidad – es decir mi idea sobre la justicia – estaba llena de sentido. Por consiguiente el ateismo resulta ser demasiado simple. Si todo el universo no tiene sentido, nunca debimos enterarnos de que no tiene sentido: así como, si no hubiera luz en el universo y por lo tanto criaturas sin ojos, nunca deberíamos saber que estaba oscuro. Oscuro sería una palabra sin significado.1

Notas al pie:
1

C. S. Lewis, Mere Christianity [Mero cristianismo] (New York: HarperCollins, 2001), 38-39.