Desde sus capítulos de apertura, la Biblia abunda en las enseñanzas que informan el pensamiento económico sano, incluyendo el Imago Dei; el Mandato de la Creación, que alienta la empresa justa y el manejo de los recursos de la riqueza de la tierra; la Caída, que menosprecia los esquemas utópicos; y el Octavo Mandamiento, que honora la propiedad privada.
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